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Soja (Glycine max (L.) Merrill) que hoy se cultiva en todo el mundo, es muy diferente de los ancestros que le dieron origen: especies de plantas rastreras que se desarrollaron en la costa este de Asia, principalmente a lo largo del Río Amarillo, en China. Su evolución comenzó con la aparición de plantas resultantes de cruces naturales entre dos especies de soja silvestre, que fueron domesticadas y mejoradas por científicos de la antigua China. Su importancia en la dieta de la antigua civilización china era tal que la soja, junto con el trigo, el arroz, el centeno y el mijo, eran consideradas un grano sagrado, con derecho a ceremonias rituales en el momento de la siembra y de la cosecha. A pesar de ser conocida y explorada en Oriente desde hace más de cinco mil años (es reconocida como una de las plantas cultivadas más antiguas del Planeta), Occidente ignoró su cultivo hasta la segunda década del siglo XX, cuando Estados Unidos (EE.UU) inició su explotación comercial (primero como forraje y, después, como grano).

 

En 1940, en el apogeo de su cultivo como forraje, en ese país se cultivaban alrededor de dos millones de hectáreas con este fin. La soja es el cultivo agrícola brasileño que más ha crecido en las últimas tres décadas y representa el 49% del área plantada de cereales del país. El aumento de la productividad está asociado a los avances tecnológicos, la gestión y la eficiencia de los productores. El grano es un componente esencial en la fabricación de piensos para animales y con su uso cada vez mayor en la alimentación humana.

 

La producción de biodiésel también está directamente ligada al cultivo de soja, siendo la principal oleaginosa utilizada como materia prima utilizada a nivel nacional. Cultivada especialmente en las regiones Centro-Oeste y Sur del país, la soja se ha consolidado como uno de los productos más destacados de la agricultura nacional y de la balanza comercial. (Fuente: Embrapa Soja)